“En clásico memorable creyeron tener festín… más tiempo TUBO su Padre, de leer hasta el Pepín”.
Era un GIGANTE, un ser mítico, un ídolo artesanal, un ser humano que fue siempre más allá de las posibilidades y que hizo mucho más por el Club de lo que todos creemos..
Don Jaime David Gómez Munguía, el mejor voleibolista de todos los tiempos (eso decían allá por 1948), es el claro ejemplo del hambre y el carácter que debe tener cada mexicano cuando nace en este país, un hombre que nunca lo detuvieron las distancias, yendo de Manzanillo a Guadalajara desde los 10 años de edad, que no se limitó a jugar un solo deporte, un hombre que no se conformó con solo ser jugador profesional de futbol, siempre quiso ir más allá, y lo lograba; eso enchina la piel, porque lo hizo aquí, con nosotros, en el Guadalajara…
Justo eso pasó aquel día en el Parque Oro, cuando los miserables de la zona numerada le gritaban insultos por la goleada que estaban recibiendo las margaritas, sin pensar que estaban cavando ellos mismos un hoyo del cual nunca más podrían salir, del que nunca más podrían estar a la ALTURA de Chivas, fue ese día, el que marcó al Atlas para siempre, y ojo no fueron los perdedores que estaban en la cancha, ni el hecho de que venían subiendo apenas de la segunda división, ¡NO! fueron los mismos de siempre, los que hicieron nacer de Jaime Gómez, el mejor de todos sus talentos: el instinto por guiar, llevar a la eternidad a él y a los suyos.
Jaime Gómez con la chivita
— Datos Chivas (@DATOS_CHIVAS) May 2, 2017
Y vaya que lo logró, no solo para él como ídolo del Guadalajara, el golpe fue tan grande, que llevó al Club y a nosotros como aficionados a otro estatus dentro de la ciudad, ya son más de 50 años y sigue retumbando aquel reverendo golpe de autoridad que se creó al leer la historieta. El Tubo nos abrió la puerta a TODOS los rojiblancos, nos ofreció su mano para comenzar a caminar y nos señaló la ruta para cuando el no estuviera vivo, y cuando digo a todos me refiero ¡A TODOS! jugadores, técnicos, directivos, aficionados, a ser VERDADEROS APASIONADOS de este Club, a no quedarnos en una palabra ó una acción tibia, a llevar la grandeza del Deportivo a lugares más ALTOS; bendito el colegio que lo atrajo a esta ciudad, bendito el pendejo que lo rechazó de las fuerzas básicas del Atlas, bendito el Poeta Perez, bendito el Banamex que le dio oportunidad de irse a probar con el primer equipo, bendito el niño de la Goméz Farías que tenía en sus manos el pepín y benditos sus padres por heredarle esa fuerza, esa creatividad para transformar la historia de un club de fútbol.
Es el Cancerbero que junto a GOAT y El Inmortal Jasso venció al Ya Merito, el jugador que se convirtió en leyenda, la leyenda que hizo pedazos a su máximo rival y transformó un Club, el Club que tiene fuerte y bien resguardada su historia y a su gente, la afición que sabe que camino tomar y que valores seguir.
No puedo irme sin olvidar a Jaime Gómez el historiador, que nos ofreció números, anécdotas, datos que nunca pudiéramos obtener ahora las nuevas generaciones, (bueno tal vez solo Joel) porque este semidiós, aparte de darle en la madre al Atlas y ganar 22 títulos con Chivas, le dedicó mucho de su tiempo a la estadística del Campeonísimo, publicó hace unos años un libro, donde entre muchos otros legados, volvió a plasmar su pasión que tal vez solo es equiparable a la de Ángel Bolumar, la pasión de ser hincha y jugador, de sentir el color en las venas, de elevar al Club, sí, eso fue -metafóricamente hablando- ser tan ALTO, lo que nos llevó a ser el Club más GRANDE y ver todo como él, “desde arriba y para siempre»…
¡Gracias Tubo!