Gol de Matute Remus

El futbol profesional, al menos el que yo conocí, se jugaba a las 12:00 del día en domingo. Las variaciones llegaban cuando los partidos debían ser nocturnos y normalmente eran a las 8:45.

La saturación de los diversos calendarios de cada liga se incrementan con nuevos torneos inventados al mismo tiempo que se da poder a quienes poseen los derechos de transmisión de dictar caprichosamente los días y horarios de los partidos. Aunque no es erróneo dictaminar que en la misma congestión de juegos está implícito el engalanamiento del negocio con las pinches televisoras.

Al Guadalajara le tocó jugar en martes a las 7:00 pm, nada convencional para preparar un buen plan como lo exige el canon de la agenda futbolera. Día laboral, hora pico para la mayoría (eso significa) en los traslados a casa, pero para mi… aun dentro de mi jornada laboral.

Por el día y hora mi única responsabilidad general era cumplir las famosas “horas nalga” para cerrar e irme a las 9:00 hora en que el partido debía finalizar.

Solo, en un espacio que ocasionalmente suele estar repleto de gente, fijo la mirada en mi teléfono a la vez que escucho la ínfima narración de quienes transmiten.

Llegó el primero, Chicharito sale de “su zona” (¿cómo se atreve?) envía un centro picante, picado (en lugar de estar haciendo goles dirían algunos) al que mi paisa Cade Cowell anticipa y la manda guardar.

Sonrío. No grito el gol. ¿O sí?

¿Cómo puede existir un grito de gol si no hay quien pueda escucharlo?

Salió Chicharito de cambio, y no, no fue lo mejor que pudo hacer sino rabiar a sus detractores con su existencia. Su reemplazo fue Armando González, la Hormiga, el delantero otaku, a quien nadie se ha atrevido a llamar “Gonzalitos” porque quizá ni siquiera conocen la referencia.

Minuto 90’ se jugarán 7’ más ¡no mamen! yo salgo a las 9:00.

Aprovecho las virtudes de la (ínfima) transmisión y sintonizo (eso técnicamente ya no aplica pero se entiende) esparcido en el feis y camino como zombie contemporáneo: viendo el teléfono.

Los goles en nuestra vida nos arrastran recuerdos más allá de la misma anotación. Evocamos los lugares y las personas con quienes vimos determinados partidos.

Gracias a esto rememoraré por siempre a Don Jorge Matute Remus ya que al pasar junto a él grité el segundo gol obra de Mozo sobre una semi vacía y oscura avenida Juárez.