El Tuca para presidente

Se leía en los vidrios de algunos coches que pasaban cerca de nuestra camioneta, yo tenía trece años iba en la parte de atrás con mis tías, mamá y papá, cientos de claxon sonaban entre porras y risas, de pronto nos cayó agua fría, estábamos pasando por la glorieta que está en Niños Héroes y Unión. Para nuestra suerte unos fanáticos también de las Chivas tuvieron la genial idea de mojar a todo el que pasaba con agua de la fuente, yo por la sorpresa no cerré la boca y alcance a tragar un poco, mis tías y mamá gritaron. Papá soltó una carcajada, en otra situación hubiera echado pleito pero ese día no, ese día el Gusano Nápoles había metido cuatro goles, ese día el Tilón le había robado un balón a Miguel (el que ahora es el Piojo Herrera) y había anotado; ese día no porque ahora todos pensaban que si el Tuca Ferreti podía llevar a las Chivas a ganar la final, y encima con seis a uno, seguramente también podría ser buen presidente, al menos si mejor que Zedillo.

HORAS ANTES.

Estábamos tío prieto, tía Lupe, mamá y papá en casa de mi abuelita, hacía calor. Yo estaba a lado de la ventana y a un costado de mi abuelita, casi era la misma alineación de cuándo años después ella murió.

Cayó el primer tanto, no me fijé quien anotó pero salté como chango a las protecciones de la ventana que da a la calle gritando gol, grité tan fuerte hasta que mi voz se hizo un grito ronco que me dolió en el pecho; era como una explosión dentro de mí, como un pequeño Godzilla lanzando fuego por la boca a través de la ventana del cuarto de mi abuela.

En diciembre del 2020 estaba en casa de mis padres, mi prima barría la cochera, yo tenía una gelatina en la mano, la comencé a comer porque pensé que si la dejaba en el refri me acordaría que el día anterior mi papá tuvo antojo de una, que la ambulancia se lo llevo sin poderla comer y que no sería posible que la comiera nunca. Le quite la tapa y comencé a comerla con los dedos, mientras me acordaba de él en la navidad pasada pidiéndome la canción “Tropezando” de Suzi Cuatro por tercera vez.

— Hijo pónmela otra vez, pero súbele, ni le subes. No sean tus canciones porque entonces si le trepas todo.

Pensé, “ay que enfadoso eras papá” y comencé a reírme, bastaron dos segundos para que eso convirtiera en llanto, lanzando un berrido que hería pero que si me lo quedaba dentro me habría matado, mientras mi mente se convertía en un proyector de video y fotografías fuera de control, reproduciendo recuerdos aleatorios; vi a mi papá acostado en el sillón de la sala escuchando “Enciende mi fuego”, lo vi sentado afuera de la cochera con una lata de cerveza mirando al piso y diciendo «tu tío Chon (quien murió de diabetes meses atrás) era lo máximo». Miré su tatuaje de mariposa en la espalda mientras curaba la alergia de mi hermano con un limón frotándole las ronchas. Lo vi bailando el vals con la menor de mis hermanas usando un traje negro con corbata azul. Vestido con un suéter de cuello de tortuga moviéndose al ritmo de “bule bule” como sorpresa en los 15 años de la mayor con la cara brillosa por el sudor. Me asaltó un recuerdo borroso de los dos mirando “Hora de aventura” a las dos de la mañana, compartiendo cigarros y cervezas. Mire su boca moverse diciéndome -te quiero mucho mi prietito-, volví a sentir su bigote en mi mejilla cuando me daba beso por las mañanas antes de irse a trabajar. De pronto volví a la realidad, mi mamá me abrazaba llorando queriendo calmarme porque mi berrido a ella también le dolía. Era como Godzilla de nuevo escupiendo fuego por la boca.

En una ocasión estando en el kínder, me detuve enfrente de un árbol al que rodeaban dos caminos, estaba jugando escondidas con mis compañeritos, y pensé, si voy por este lado podría encontrar a Miguel o a Cuco, y de este otro a lo mejor me encuentro a Chuy y al niño de pelo lacio de dientes chiquitos o ¿Qué tal que es al revés? ¿Cómo saber?, si quiero encontrar a Miguel primero ¿cómo le hago? Y me imagine que mientras yo me iba por la derecha otro yo se iba por la izquierda y así me dividía en dos. Ya de adolescente leía cosas de multiversos, del efecto mariposa y paradojas temporales que honestamente aun no comprendo bien, pero sigo imaginando así las cosas, estando frente a una decisión el universo se fragmenta y así nacen más versiones de la realidad, desgraciadamente no podemos tener consciencia de todas, únicamente de la que escogimos. Por eso me cuesta tanto tomar decisiones a veces me paso horas pensando en los pros y contras de una acción.

Ahora que murió papá pienso que existe una realidad donde aún está vivo, donde no reniega cuando le llevo el oximetro para checarlo, una donde me hizo caso cuando le dije “debemos llevarte al hospital, porque puede ser que tengas covid” por otro lado ¿quién soy yo para decidir por él?

¿Qué es un humano sino decisiones? Al final igual vamos a morir.

A mi me queda imaginar los hubiera y regocijarme con lo que sí vivimos.

Pasó que una navidad lo acompañe a regalar juguetes a los niños que él consideraba lo necesitaban. Mi recuerdo más claro es que llegamos alrededor de las diez de la noche a una casa en obra negra con puerta blanca, llevábamos bolsas negras con juguetes, pistolitas, carritos, pelotas, muñecas y juegos de té. Una señora nos abrió la puerta y luego de cruzar palabras con mi papá llamo a sus hijos, salieron seis niños, no recuerdo claro sus caritas, pero este recuerdo se me empalma con la historia que me contó un día, que tuvo pocos regalos en navidad, el primero que recordaba era una camionetita de madera cargada de cacahuates, y el segundo fue una pistolita que le regalo el gringo, el patrón de su papá dueño de las neverías Bing que por aquellos años estaban cerca de la Minerva.

Aquí nace uno de los multiversos de papá, ese señor quiso adoptarlo pero mi abuelo se negó, así que en los hubiera que imagino, esta Fernando vivo siendo dueño de las neverías Bing teniendo dinero y una buena educación. Pero en lo que sí pasó esta Fernando dándole juguetes a los niños de la colonia, lo que para mí significó que él a través de ese acto sanaba a su niño interior, siendo el adulto que hubiera querido un día llegara a casa a despertarlo con un regalo y un feliz navidad.

En mi imaginación pasan muchas cosas, el Piojo Herrera no solo no dejo llegar ese centro de Coyote lo intercepta en el aire y despeja, no se topó con la pata del Tilón, no hubo segundo gol, el Toros Neza es campeón. En ese universo estás vivo papá, en el que el covid te la peló y ahora se ríen todos en familia incluso mi yo de esa realidad, el cual cuando lo asalta la idea de que pasaría si hubieras muerto, reprime el pensamiento diciendo para sí mismo cancelar, cancelar. Que pena que no baste con eso para que esta desdichada línea en la que existo desaparezca.

Una noche pensando en estas cosas, termine soñando algo muy raro, soy niño otra vez voy en mi bici, mirando la llanta negra dar vueltas sobre pasto, la voz de papá me dice -te voy a soltar síguele dando- de pronto me suelta y siento como me voy cayendo, pero escucho que un mar de gente grita gol estoy en el estadio Jalisco en media cancha, los jugadores corren festejando el gol, mientras el cielo se cubre de papelitos blancos y las personas a lo lejos se ven casi del mismo tamaño que estos, mi papá se acerca y me carga, gol hijo gol y suena la canción de “tropezando”.

— ¿Como llegamos aquí papi?

— Estamos en el cielo mi prietito.

Me besa en el cachete.

— ¿Y mi tio? ¿Ya lo viste?

— Sí, él es el encargado de poner la música ¿Te acuerdas que cuando vivíamos él tenía un sonido para las fiestas?, aquí lo dejan poner la música.

De pronto ya estoy grande y traigo un oximetro en la mano, él me mira y dice, tira eso no te preocupes:

— Vamos por una caguama hijo.

Me abraza y me echo a llorar, siento su espalda y tomo consciencia que estoy soñando, pienso, rápido debo llevarme algo antes de despertar, y me acuerdo que una vez que bebíamos juntos nos pusimos filosóficos y él me terminó diciendo:

— Yo sé que Dios nos hizo pero lo que no entiendo es ¿para qué?

Entonces le pregunto:

— ¿Papá y ya sabes para que nos hizo Dios?

— Sí, ¿quieres que te diga?

Asiento con la cabeza y se acerca a mi oído.

Lo que me dice ya despierto no tiene sentido, es algo que me pasa comúnmente con las lecciones que aprendo soñando, ya despierto no comprendo nada pero sí me dejan la sensación de claridad mental y emocional, al menos por un tiempo. Cuando se acercó a mi oído comienzo a escuchar que la gente en el estadio grita gol de nuevo y mi papá me dice: “El Tuca para presidente”.

Jorge Macías Borrayo