Apertura 2014. Jornada 10. Lugar 15 de la tabla general con 9 puntos. Guadalajara dirigido por Carlos Bustos, recibió a Puebla. Cargábamos una herencia terrible de 16 puntos en el Clausura 2013 y 12 puntos en el Apertura del mismo año. Viví el futbol como nunca antes, con la urgencia de puntos semana a semana, obtenías alguno y esperabas el siguiente partido para que existiera la posibilidad de sumar, no fueron muchos.
Puebla era una gran oportunidad, debíamos sacarle tres puntos en casa, el partido estaba para eso pero no fue así.
Ángel Reyna no fue capaz de anotar un penal, Omar Bravo salió lesionado, Néstor Vidrio e Israel Castro fueron expulsados del partido; por si fuera poco la entrada fue una de las peores que recuerde (fue la peor) con apenas 12,000 aficionados.
Simbólicamente fue el peor partido del Guadalajara que tengo para recordar y cargué con él todos los días.
Durante ese tiempo me di cuenta que se olvidaba lo que es el Guadalajara, que el triunfo o la derrota solo será una consecuencia del trabajo y sobre todo las palabras de Don Ignacio López Hernández que avalan lo que les cuento: “Éste club vencerá o morirá hasta el final a base del talento y el esfuerzo de once jugadores mexicanos”.
Lamentable me pareció el ver aficionados que veían con buenos ojos el contratar jugadores extranjeros para salir del mal paso, una gran falta de respeto para la tradición del Club y un ejemplo más a la veracidad de las palabras de Umberto Eco sobre las redes sociales.
Fue en esos malos tiempos que comenzamos con Rojo y Blanco, nuestro fin primordial es el transmitir los valores con los que se formó nuestro equipo, difundir su historia y resaltar las grandes hazañas.
Tuve presente esos momentos en la liguilla pasada, sobre todo en la serie final, quizá engañándome de una falsa satisfacción de ver al Guadalajara de nuevo disputando el título para evitar sentir que la única opción era el campeonato.
Un aficionado siempre quiere que su equipo sea campeón, pero nunca se imagina la forma que sucederá o mejor dicho por más que se imagine nunca podrá compararse con las sensaciones que esto provoca cuando sucede. Recordé el tipo de aficionado que soy, acostumbrado a querer a mi equipo incondicionalmente y esos malos tiempos me hizo reunirme con otros aficionados con características similares.
Cayó el gol de Pulido, por más que quise no pude gritarlo, era muy temprano y el rival merecía todo el respeto. Ya no había vuelta atrás, queríamos el campeonato y estaba en proceso. ¿Si tigres anota, tendremos capacidad de reacción? rondaba por mi cabeza. Miraba el reloj y el tiempo pasaba. Carlos Fierro con todo lo malo que suele parecernos a veces, nos demostró una vez más que el músculo más importante de un futbolista es y seguirá siendo el corazón, dejó tirado a Dueñas (algo que olvidó en sus declaraciones) para mandar un busca pies que en el rebote le cayó al Gallito.
La pelota pasó la línea de gol, claramente se vio desde mi lugar y entonces sí, pude gritar el gol. Sabía que tigres no lograría hacernos dos goles, era cuestión de esperar que terminara el partido, con algunos detalles y circunstancias el partido terminó. Ahí mismo en la butaca con mi nombre del estadio pude dejar por fin la carga de aquella época que me tocó vivir desde el 2012.
Nuestro #GolDelDía ⚽️ nos ayudó a ser campeones 🏆 y esta noche buscaremos otro título. ¡Vamos @GalloVazquezG! pic.twitter.com/iTiJYaXCpF
— ChivasTV (@chivastvmx) 16 de julio de 2017
Al mismo tiempo noté que los triunfos están hecho de derrotas, que pasarla mal muchas veces es parte de un proceso que te va a llevar a algún lugar mejor. Que si solo estás en las buenas, el triunfo se convertirá en algo que nunca vas a sentir a cabalidad.
A veces parece que los malos momentos durarán para siempre. Afortunadamente la felicidad en el futbol es concreta, directa, muy breve, tan solo un instante que se convierte en eterno.