Amaneció nublado en la perla de Occidente, lo suficiente para creer que estaría así todo el día, aunque al avanzar el día se fue despejando el cielo hasta que el sol brillante se apoderó de toda la urbe haciendo que la ciudad estuviera de gala y así esperar ansiosamente una edición más del primer clásico del futbol mexicano.
Clásico auténtico, el pueblo contra la clase pudiente, valores e identidades que solamente prevalecen en uno de los contendientes mientras que el otro alejado de los reflectores y de cualquier tipo de presión mediática pierde poco a poco sus valores originales pero eso en realidad a nadie le importa.
Guadalajara solo tiene los colores Rojo y Blanco como estandarte, desde siempre esta ciudad sabe que Chivas es el único que la representa con dignidad. Hoy, con todo contra nuestros hijitos. #SomosElAlmaDeGuadalajara pic.twitter.com/aZ12JWM2hV
— Javier 🇲🇽 🐐🏆 (@beelzebu_7) 24 de agosto de 2018
Llegamos al Estadio Jalisco, cada oportunidad que tenemos de volver nos genera un sentimiento similar al de presenciar una ruina arqueológica gritando a los cuatro vientos el basto pasado lleno de historia que lo envuelve y que en la actualidad no es útil, solamente el patrimonio histórico lo mantiene vivo.
Justo antes de salir los equipos a la cancha la lluvia se hizo presente a cántaros, en ese instante pudimos ver a algunos acomplejados atlistas con muecas en la cara y a punto de abuchear, esto debido a que con la fuerza de la lluvia y el viento comenzó a oler a tierra mojada, a Guadalajara pues.
El partido comenzó y atlas, al ser un equipo de retos, debía anotar antes del minuto 8 para no tener el peor registro sin anotar al comienzo de un torneo, a pesar de tener dos oportunidades las erró y consiguió una nueva marca en torneos cortos. El equipo administrativamente local seguía con posesión de la pelota y buscaba incomodar o hacer daño, situación que no ocurrió, mejor aún Chofis Eduardo López después de esconder la pelota pudo anotar pero el portero le desvió el disparo.
No sabemos que sentían en frente, pero de éste lado sabíamos perfectamente que era un duelo disparejo, como si en una pelea de box uno de los contendientes conectara todos los golpes que lanzaba sin hacer el más mínimo daño, así esperábamos el golpe que marcara el rumbo del encuentro. Fue al 63 cuando llegó, Orbelín ya «se había calado» y era imposible que el portero atlista le sacara dos tiros similares ya que al 60 sacó uno que iba con olor a gol, tanto era el olor que en el segundo cayó.
Ni los más confiados, ni quienes creían que esto era tan solo un trámite pudieron ahogar el grito de gol, después de todo el tiempo iba a ser el mejor aliado de la tragedia ante aquellos que solo esperan éste partido para hacerse notar. Fue así que el grito de gol se apoderó de todas las gargantas rojiblancas en el Jalisco, suficiente y a lo que sigue.
Ahora solo nos queda esperar las excusas y las nuevas calumnias que se incubarán a raíz de una nueva victoria rojiblanca en el Clásico Tapatío.
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