Recibí algunos comentarios sobre mi colaboración de la semana pasada para Rojo y Blanco, pidiéndome que deje de ser alarmista porque “no hay crisis en Chivas” y porque las tres goleadas a las que me referí “fueron un espejismo”.
Quiero aclarar que mi intención no fue la de convertirme en un agorero catastrofista, y que honestamente no pienso que haya una crisis. Lo que sí creo es que, si cabe el término, en lo que estamos metidos es en una pre-crisis.
Me explico: a Chivas no se le están dando los resultados, le falta gol y no se ve tan motivado como en la segunda parte del Clausura 2016. Esto no es tan angustiante en tanto que el torneo es joven, pero me siento en la obligación de compartir algo más de lo que pienso: más allá de la salida o la llegada de algunos jugadores, siento que “algo se fracturó” en el grupo, y tal vez, como mencioné la semana pasada, ha faltado “algo” para cambiar la mentalidad, o “algo” no permite que las cosas fluyan.
Y luego de pensarlo durante una semana, me parece que ese “algo” tiene nombre y apellido.
Algunos hacen su chamba…
En otras temporadas he visto este tipo de bajas en el rendimiento de Chivas, aparentemente sin explicación. Hablo de esas campañas en las que el equipo tenía una plantilla competitiva, la gente acudía al estadio y la situación administrativa y económica era estable. Cuando esto ocurrió, algunos directores técnicos fueron capaces de corregir esta situación por su cuenta; de memoria me vienen los nombres de Alberto Guerra y Ricardo Ferretti.
En la actualidad, me parece que Matías Almeyda es un tipo inteligente, conciliador, que en estos días seguramente trabajó no sólo en lo físico y lo táctico, sino también en lo anímico. No dudo de su capacidad para estabilizar la nave, pero creo que no toda la responsabilidad está en sus manos, además de que la situación al interior el club no me parece completamente favorable.
Respecto a los jugadores, que ya no tienen la distracción que representó esa desangelada versión olímpica del Tritánic, me parece que cuentan con el talento y la mentalidad para replantearse su función en el equipo. Y sobre la afición, la verdaderamente fiel (exclúyanse los usuarios de las redes que gustan de alimentar el mame), sé que está tomando las cosas con calma. Entonces, esos dos factores, jugadores y afición, tampoco me preocupan, la verdad.
…Y parece que otros no
Así las cosas, y como ha ocurrido a partir de la refundación del Club como S.A. en vez de A.C., me parece que el problema está de nuevo en la administración.
Mientras Jorge Vergara atiende sus negocios y se da el lujo de participar (¿o ya terminó?, no lo sé) felizmente en un (i)reality show a lado de Arturo Elías Ayub, quien es la mano derecha del honorable señor Slim (insistiré: no hay que perder de vista que se rumoró que América Móvil asesoró a Chivas TV, ni que las transmisiones olímpicas de Claro Sports anuncian con insistencia los productos Omnilife), su capataz se pasea por la Hacienda de Verde Valle cumpliendo sus caprichos.
José Luis Higuera Barberi, el director ejecutivo… perdón, el chief executive officer o CEO de Omnilife-Chivas, se dedica a contaminar al Club Guadalajara con su actitud. Toma decisiones erróneas, hace declaraciones fuera de lugar y en fin, que actúa a sin mesura.
Para muestra algunos botones:
- La desigual repartición de las primas que se prometieron por evitar el descenso y entrar a la liguilla.
- La torpeza de llamar “judío, con esencia comerciante” al comentarista Daniel Brailovsky, de Fox Sports.
- Cierta insensibilidad hacia los clientes de Chivas TV, a pesar de reconocer hasta un 30% de fallas en la transmisión del primer partido como locales en este torneo.
- ¡Ah, sí! Y en su pasado hay un cierto tufillo al equipito repugnante que entrena al sur de la Ciudad de México, en Coapa.
¿Y qué es lo que le da tanta fuerza a Higuera? Bueno, pues él ayudó a Vergara a liquidar los costos del Estadio Chivas, y fue él quien contactó a Matías Almeyda.
En fin, que ya no diré más; sólo que creo que ahora quedó un poco más claro qué es lo que sí me preocupa.