Un día antes quizá buscando depurar un poco más la compra de boletos o tal vez una deficiencia de parte del servicio, la venta de entradas comenzó 80 minutos después de lo anunciado. La primera falla de una serie de pasos del modus operandi implementado para devolver aficionados a las gradas.
Con anterioridad se presentó y compartieron en redes sociales los pasos del Protocolo Piloto para tan arriesgada y polémica enmienda, priorizaron medidas de sanidad básica tan simples como muchas veces inadvertidas, en tiempo presente informaron que «se instalan» dispensadores de gel, ilustrado con fotografías de dichos artefactos ya debidamente asentados en los muros internos del estadio como quien hace una promesa y ya tiene todo listo.
La poca oferta de boletos para la demanda generó disgustos a granel y convirtieron en una bendición a la fortuna de adquirir uno. Había que conseguir un cubrebocas quirúrgico, llenar un formulario e imprimir un código para validar la entrada además de mostrar una temperatura sana por lo que nadie que se presentara tenía el lugar seguro. Una broma de no se quien hizo que muchos creyeran que los boletos rondarían los $30,000 cuando en realidad tuvieron un costo de $350 y $700 con sus respectivas comisiones, eso sí, solo ChivaBonados pudieron buscarlos.
¡Llegó el día! la revisión del boleto y el famoso cuestionario por delante, el siguiente paso es la temperatura y una vez que fue «sana» se dio el acceso.
La novedad fue en el estacionamiento, se inhabilitaron cajones para dejar el espacio de uno entre los autos aparcados y se fueron llenando en orden, no se podía elegir sino que debía seguir una línea y carril así como fueron llegando. No se vieron las acostumbradas aglomeraciones y solamente estaban juntas las personas que venían en un mismo vehículo.
Tres filtros nos encontramos para ingresar al estadio, el primero fue para revisar nuevamente la temperatura, el segundo de seguridad donde tuvimos que aplicarnos gel en las manos y el tercero fue en los tandems con torniquetes donde verificaron el cuestionario y el código QR que acompañó a nuestro boleto.
En caso de que la temperatura saliera alta separaban a la persona la enviaron antes de ingresar al estadio a realizarse una prueba de sangre, si ahí salieron negativos se les permitió el acceso en caso de ser positivo se aplicaría el protocolo de desalojo situación que no nos tocó ver.
Los pasillos vacíos los transitamos sin problema en busca de la localidad asignada. Los expendios de alimentos y bebidas estaban todos cerrados. Para otro día será el volver a tomarnos una cerveza aquí, escuchar el mariachi o comprarnos unos nachos.
Era raro, parecía uno de esos días en que por alguna situación extraña debes visitar las oficinas del estadio y encuentras soledad, aunque sentíamos la presencia de otros aficionados sin dudarlo fue una situación excepcional.
Desde que pudimos ingresar al estadio nunca faltó la indicación de donde nos podríamos sentar, en nuestro caso zona general encontramos en las filas dos butacas selladas con fleje que impedía ocuparlos y dos butacas disponibles, así fue la secuencia de distancia en ellas.
Personal debidamente protegido se encargaba de la limpieza y desinfección de los asientos. Elegimos sabiendo que desde aquí acompañaremos al Guadalajara durante los próximos 90 minutos. Inmediatamente nos dimos cuenta de que nuestro rol aquí es de apoyo, de espectador. En ningún momento estuvimos en una aglomeración, no tuvimos contacto directo con ninguna persona, lo que finalmente nos hizo sentir seguros y disipó las dudas.
De ninguna manera fue como un partido normal lo que cualquiera persona a priori pensó tal vez solo por atacar y ahora que lo vivimos podemos constatar que en ninguna parte de nuestra vida cotidiana en esta pendemia han tenido cuidado a cada detalle como tuvieron aquí.
Ahora solo queda esperar la salida que si es como todo ha sido hasta ahora no debe representar ningún problema y por supuesto al Guadalajara para apoyarlo con todo ¡VAMOS CHIVAS!