Durante varias noches, no he podido conciliar el sueño. Mi almohada se ha convertido sobre mi cama, en una pésima compañera de baile. Paso noches llenas de insomnio pensando en quién es el verdadero culpable de la situación actual de Chivas. Tras muchas deducciones. He llegado a la conclusión que el único culpable de la crisis en Chivas, es el gran Campeonísimo. Sí. Leyó usted bien: «El Campeonísimo». Qué me perdonen sus familiares, pero lo digo en el mejor de los términos.
Esos grandes mexicanos durante su época dorada, fueron todos unos alcohólicos. Perdonen que lo diga así tan directo, pero es que les gustaba tanto la Copa, que seguido la levantaban… Jamás le decían que no a una. Durante toda su cosecha de éxitos, lograron preservar algo que hasta la fecha nadie ha podido lograr: Un Tetracampeonato. Por cuatro años consecutivos fueron borrachos felices que levantaban Copas.
Con esto, nosotros caímos en el error. Ellos nos mal acostumbraron. Nacimos con la excusa psicológica de no hacer lo que hacen los padres o los abuelos. Sí, lo digo con argumentos.
Nos mal acostumbraron como se mal acostumbra al hijo o al nieto esperanzado en vivir de algo heredado. Quizá pensamos que, con su gloria, seríamos eternos. ¡Nos confiamos! Creímos que con el absoluto dominio que poseían por toda una década, nos iba a durar la supremacía. ¡Menospreciamos! Nos dormimos en nuestros laureles. Dejamos que el rival amarillo nos alcanzara en Copas. Y todo por sacar la «vieja confiable» de creer que nunca nos alcanzarían. Ese Campeonísimo nos arrulló en sus brazos con siete títulos de liga. Nos durmió. No dejó que solos nos abriéramos camino. Nos maleducó. Nos dio todo. Nos pusieron la gloria en charola de plata y desaprovechamos la ventaja. No dejó que moviéramos un solo dedo del pie. Y nosotros, nos conformamos. Crecimos con la idea de tomar en mamilas y no en Copas como ellos. Nos volvimos casi abstemios. Le agarramos cariño a la sobriedad de levantar una copa cada diez años. Nos volvimos bebedores eventuales. Pensamos que dejar la Copa por vernos siempre reflejados en el Campeonísimo, nos iba durar por siempre. Nos engañamos. Nos asustaron las crudas, les rehuímos.
Preferimos dejar la juerga que nos enseñaron. Nunca salimos a la cancha para defender el orgullo trasnochador que nos cedieron aquellos hombres. De vez en cuando, o, mejor dicho, cada diez años salímos de fiesta porque nos da sed. Tenemos ganas de tomar una copa y la conseguímos, aunque con solo una nos mareamos y ya no queremos más. Caemos en la conformidad. No nos da la misma sed que tenían aquellos Campeonísimos parranderos. Nos volvimos insociables. Ellos en los famosos Equipales tomaban «nalga alegre» y bailaban. Nosotros solo gustamos de botana y aún con música, seguimos sin mover un dedo del pie. Nos volvimos apáticos.
Se dice que vivimos de nuestra Historia, y la verdad, no está mal. Sí, dirán: «eran otros tiempos», pero si se pone a reflexionar. La historia está a nuestro favor. Antes eran más los mexicanos que jugaban, no había tanto extranjero y con ello, había más probabilidades de todo. Actualmente hay menos oportunidades para los mexicanos. Son pocos los jugadores, y con ello, casi se vuelven inalcanzables para el único equipo que juega con puro nacional, esto a causa de los altos costos por sus servicios.
Ahora que lo pienso bien. Los Campeonísimos tienen la culpa de todo…, hoy todos los equipos quieren compararse con su historia. Quieren lograr lo que el Campeonísimo hizo, pero ningún equipo, ni siquiera nuestros propios jugadores que pasaron después, lo han podido lograr. Hasta el momento, no se ha conocido a tan grandes juerguistas como aquellos mexicanos, que se embriagaban de gloria con Copas. No les daba miedo la farra, la disfrutaban. Se volvieron Leyenda en un país fiestero. Nunca fueron mala copas, al contrario, enamoraban con sus bailes en la cancha. En cada parranda querían acabar con toda Copa. No le dejaban ni una sola gota a los demás, esto con el único motivo, de que los otros no sufrieran los estragos de una cruda realidad. Hoy esa cruda nos está matando de sed.
Tenemos la Historia, pero no el presente. Ojalá se pierda ese miedo a la embriaguez y que, a estos actuales jugadores, les llegue el espíritu pachanguero de Marco Fabián, ávidos de Copas, tal como lo eran nuestros eternos Campeonísimos, que tan solo de ponerse la playera de Chivas, agarraban la fiesta: corrían y brincaban como Chivas. Nadie los paraba y se convertían en Campeones.
La culpa de la grandeza en Chivas, es del Campeonísimo. Hicieron todo lo imposible de hacer. Dejaron un hueco muy difícil de llenar. Tanto, que ningún equipo, ni siquiera nosotros mismos somos capaces de igualar su récord. Y con ello, esto se vuelve en una continua pesada responsabilidad de preservarla.
¡Qué siga el Carnaval!
Esta afición borracha y sedienta no dejará de alentar.
¡Salud y que vengan más Copas!
¡Mañana gana Chivas!