Esta mañana, llegaron al consultorio del Dr. Paz, tres personas: El señor zorro, doña águila y el Señor Chiva. El doctor era especialista en dar consejos e inyectar ánimos a sus pacientes. No curaba a los animales, como lo hacen los veterinarios. Este Doctor, curaba otros malestares, sin embargo, esta vez decidió atender a cada uno de los que esperaban, según su estado de gravidez.
Primero atendió al señor zorro, pues lo vio más desvanecido en el sofa.
– Me han dicho que es usted un profesional curando amarguras.
– Eso dicen -respondió el doctor-.
– Pues aquí le traigo mi amargura, extráigala, arránquela de mí. Hace poco, cuando Don Chiva peleaba el descenso, yo me burlaba, le inventé lo de «Chi-vas a descender», y hoy… ando peor, con esta gira del adiós ya no sé que hacer. Los fantasmas del descenso me persiguen y ni siquiera con eso logro ser noticia nacional. Digame doctor, ¿Qué puedo hacer?- Este es un caso muy grave, por lo regular cuando alguien sufre de ‘descensitis’; siempre se le inyecta una dosis de Copas, pero aquí en su historial, no me aparece nada; así no le puedo recetar ningún antibiótico que ayude a su fatal agonía. Esta vez, no puedo hacer algo por usted, señor zorro. Disculpe.El zorro enojado con lo que escuchó, salió furioso del lugar y ni siquiera agradeció la consulta que le fue dada gratis. Luego pasó la arrogante águila.
– Doctor, vengo porque sufro de una extrema ‘dependitis’. Llevo cuatro partidos ganados, gracias a que diferentes árbitros me han marcado varios penales inexistentes, pero este fin de semana, nadie me ayudó. Dependo de errores colaterales, que alimentan mi ego y eliminan un poco ese ardor que siente mi plumaje. No logro sentirme bien conmigo misma, me venden como un producto, pero no creo llenar las expectativas en mis consumidores. Necesito algo más fuerte porque ya no me hace efecto lo que la televisión me surte. Deseo urgentemente ganar una copa, a como de lugar. Pago lo que sea. Por dinero no se preocupe, pero necesito que le de anestésicos al señor que esta esperando afuera, trae consigo una felicidad porque trae una capa de Rey, pero se le ve cansado porque subió desde el sótano para llegar aquí. Necesito que me ayude contra él, por favor.
– Lo siento, #LadyDinero, pero el juramento hipocrático no me lo permite. Yo aquí curo males, no los implanto. No hago milagros, pero puedo ayudarla a eliminar su envidia. Tampoco puedo prometerle grandeza, cuando usted no pone tantito de su parte. Le puedo ofrecer algunas pomadas para las rosaduras, pero no puedo asegurar que se eliminen esos ardores que siente cuándo ve la grandeza ajena. Lo único que puedo ayudarle a extirpar, es su soberbia y su corrupta actitud.
– ¿Qué? ¡Mi soberbia, olvidelo!, usted no sabe nada, ni siquiera es Doctor. Revise mis títulos en el expediente, todos me señalan como la máxima ganadora. Está un poco manchado mi expediente, pero eso no me quita lo grande que soy. ¿Sabe qué…? Usted es un simple doctorcito. Iré con un verdadero doctor, uno que acepte mi dinero y me ayude con la petición. Mejor, ¡Ódieme más!
– ¡El que sigue!, -exclamó el Doctor-.
Por último pasó Don Chiva. De los tres pacientes, este se veía menos mal, a pesar de entrar un poco desanimado.
– ¡Buenos días Doc!, -saludó el Sr. Chiva-.
– ¡Buen día! ¿En qué le puedo ayudar?
– ¡Traigo el alma rota, doc!
– ¿Qué síntomas presenta, amigo? -preguntó el doctor-.
– No he podido ganar en el torneo. Tras ser bicampeón, no logro una victoria. ¿Cree que tenga principios de ‘Campeonitis’?
El doctor sacó el expediente de Don Chiva, lo leyó, asintió la cabeza y le respondió:
– Mire…, la relajación luego del éxito, puede ser un factor para diagnosticarle esa enfermedad; pero después de ganar dos copas, obviamente demandó dos grandes esfuerzos. Luego de la obtención de ambos logros, quizá le llegó un rebote de distensión o de ligamentos sentimentales; eso expande desventajas de vulnerabilidad. Añada que este año, he recibido a muchos de sus compañeros, quienes dos de ellos, ya están por recuperarse: Pulido y Cisneros; son un par de elementos que le ayudan mucho; entonces…, ¡NO se desanime!. Pronto cambiará su estado. Además de todo esto…, su rival contribuye mucho. Hace lo suyo… ¿No lo ha notado…? le juegan con mayor intensidad al Rey. Al actual campeón, lo desafían con mayor grado, buscan maltratar su corona, la cual, ellos pocas o nunca, la han obtenido. Logros que usted hizo con talento nacional, lo buscan destruir con frecuencia y de diversas formas.
Quieren humillarlo, simplemente porque a ellos no les funciona. No les queda claro que usted, hizo, hace y hará lo que ningún otro, es por ello, que se vea reflejado todo lo que le está sucediendo. Lo suyo parece más una especie de resaca, después de una borrachera festiva convertida en ‘empatitis’. Decir que tiene ‘Campeonitis’, no es nuevo, ni malo. Usted es el más ganador, tuvo al Campeonísimo, tuvo tetracampeonatos, lo hace con mexicanos, y todavía hace poco se curo solo de ‘descinditis’, sin mi ayuda y logro el bicampeonato… Entonces decir ‘Campeonitis’, no es grave… Si eso lo ve como enfermedad, ¿cuántos no quisieran contraerla?, ¿cuántos no quisieran este virus de grandeza? Nadie puede tener este tipo de ‘Cameponitis viral’. Sólo se contagian de ello, los grandes… Así que anímese. No pasa nada. Preocupese cuándo no gane una copa en cincuenta años o cuando todos sus títulos sean robados. Mientras sea feliz, levante la cara y sane usted solo su alma…
Hubo un silencio. Las palabras del Doctor Paz, habían llegado a los más profundo de Don Chiva. Este sonrió, levantó su capa rojiblanca y salió con la cara en alto… Afuera, estaban los dos pacientes anteriores, sentados y enojados. Don Chiva al verlos, les sonrió con una alegría y con una Paz interior, que ninguna enfermedad podría quitar, su alma sanó…
¡Vamos Chivas!