Cuando ellos se conocieron y comenzaron a tratarse. Ella se sentía querida y protegida. Se abrazaba a sus pies y se dejaba llevar por toda la cancha. Él le mostraba a todos como debían tratarla. Todos se acercaban para poseerla, muchos la procuraban; pero nadie, solo él, sabía cómo cuidarla perfectamente: La llevaba de lado a lado, la movía de pie a pie, y a base de caricias y buen trato, ella le hacía caso. La dominaba como nadie. Ella amaba el olor de su sudor. Él solo tenía pies para ella. Ella se sentía segura con él.
Un día todo cambió. Él empezó a fijarse en otras cosas. Ya no le interesaba llevarla y pasearla. La descuidaba. Le pegaba de maneras horribles. A veces hasta la volaba. Ya no le daba ese toque romántico en el trato. Solo la golpeaba como podía. Ella cada vez se alejaba más. Él comenzó a usar gel y dejó de oler a sudor por usar perfume. Ella se aferraba a su cuero, empezó oler a humedad y a olvido. Él cada vez más apático con ella en su trato. Ella cada vez más ignorada y abandonada. Ya no pasaban juntos las tardes extra cancha. Él comenzó a usar el móvil y pasaba todo el tiempo en sus redes sociales. Ella quedaba solitaria en un costal con redes de hilo.
Los años pasaron y todo enloqueció. Los tiempos eran diferentes. Ella se volvió anticuada para él, ya no le llamaba la atención. La usaba solo porque debía llevarla, ya no se veía esa chispa. La magia desapareció. Sus roces eran efímeros y eventuales. Ella, cada día olvidaba lo que era visitar una portería. Añoraba el cantar de todos cuando era llevada hasta el fondo por él. Extrañaba esa algarabía que provocaba cada vez que juntos recorrían todo el césped, y al final, con un suave toque de su pie, él la hacía volar hasta el fondo de la esquina, donde el amor se logra palpar, donde todos enloquecían.
Todo terminó. Hubo un idilio, el mejor de todos. Todo se volvió costumbre. Desapareció el romanticismo. Aparecieron las distracciones. Él se alejó, se volvió ajeno. Ella sigue esperando a ser tocada con elegancia, con finura. Él piensa en otras cosas sin importancia. Ella solo quiere ser tratada como antes. Veíamos un idilio que nos hacía vibrar de emociones. Sentímos un romance que nos hacía gritar «gol» con su brillo y resplandor. Conocimos una historia de amor que nos llevó a la grandeza.
De todo ese amor, hoy ya nada queda…