La onceava estrella a mis once años

@Luis_Pastor95

Tenía 11 años cumplidos. Pero apenas dos años antes había sido brutalmente traumado por la emergente moda de un equipo que a la fecha intenta representar a la Universidad Nacional Autónoma de México. En ese 2004 entendí lo que era la derrota, pero en 2006 la historia fue diferente…

Aquel 10 de diciembre lo recuerdo con tanta felicidad como con frustración. Y es que ese día coincidió con un evento familiar. Mi madre (totalmente ajena al futbol) no permitió que me quedase con mi papá ese domingo de la final de vuelta entre Toluca vs Guadalajara del Apertura 2006.

El transcurso de ese torneo lo recuerdo bien. Los sábados a las 7pm pegados a la televisión para ver a las Chivas del “Bofo”, “Ramoncito» y “San Oswaldo”. Además de Bravo y el “Venado”, que en ese momento estaban bárbaros. Aquel 2-0 contra el América y las lágrimas de alegría en casa de mis primos, el 3-1 sobre el Atlas en el cuarto de mi papá y el partidazo que perdimos 3-2 con Cruz Azul, el cual recuerdo con tanto coraje como el que traía Oswaldo cuando salió del área para foulear a Miguel Sabah cerca del final del partido. Por supuesto la Liguilla. La repesca con Veracruz, la chilena del 100 rojiblanco que dejó inmóvil al “Conejo” Pérez y el penal que un inmenso Oswaldo Sánchez le atajó a Salvador Cabañas.

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Regresemos al 10 de diciembre del 2006. Mi mamá, que con el pasar de los años se tuvo que familiarizar con el futbol para saber dónde pasaba yo mis fines de semana, me llevó por la fuerza al cumpleaños de una tía, que hoy no está más con nosotros. Llegamos a un restaurante en la zona de San Jerónimo, en el sur del D.F. En lo que esperábamos para tomar mesa escuché a unos tipos, ligeramente mayores que yo, decir que el Toluca ya lo iba ganando. Mayor desesperación no había sentido antes, no sé si porque ya lo estábamos perdiendo o porque no lo estaba viendo; tal vez ambas.

Ni siquiera pedí de desayunar, no tenía mente para comer. Sentado en la típica mesa de los niños, mientras unos iban y venían del área de juegos yo me comía las uñas y tragaba saliva mirando el televisor. Era claro que había adoptado el estrés con el que mi papá vivía los partidos.

En mi memoria el recuerdo de aquella jugada corre desde que Medina ya hacía por la pelota en línea final. Luego del zurdazo mágico del “Bofo” y el lance insuficiente de Cristante, me paré gritando el GOOOOL en un segundo que fue infinito. Para cuando me di cuenta, todas las miradas del restaurante semi vacío estaban sobre mí, pero al igual que muchas otras situaciones de “pena ajena” que pasé viendo al Guadalajara en lugares públicos, me había valido madre.

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El día pareció terminar como cualquier otro domingo; regañado por mi madre y criticado por mi familia (salvo por mi abuelo) por la “innecesaria devoción a un simple juego y once tipos que ya tenían la vida resuelta”. Pero había otra cosa, que involucraba el título de liga, ese por el que cada torneo que pasaba extrañaba más y más.

Diez años y cinco meses después del 10 diciembre del 2006 estamos a un paso de volver a dar la vuelta en la Minerva, en el Ángel, en cualquier rincón del mundo donde hay un chiva hermano. Estoy a un paso más de volver a comerme las uñas y tragar saliva. Por favor, espero volver a gritar como un enfermo mental ese momento que imagino todos lo días de mi vida desde hace algunos años. Guadalajara te quiero ver campeón y nada más.

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